Estoy terminando una novela que me está removiendo por dentro más de lo que esperaba.
No es solo una historia. Es un viaje. A los años 80. A los bares de Malasaña. A las miradas con sombra de ojos, las cintas de casete rebobinadas con boli Bic, los secretos compartidos en portales y las fiestas que empezaban tarde… y a veces acababan peor.
Esta novela no pretende idealizar nada, pero sí recordar lo que fue vivir en una época donde todo estaba por inventarse: la libertad, el amor, la música, los excesos, el arte… y el caos también.
Y detrás de todo eso, hay una sombra.
Porque en esta historia también hay intriga. Y hay terror.
No ese terror de monstruos inventados, sino el que se esconde en los pasillos mal iluminados, en los recuerdos borrosos, en lo que no se dijo nunca y sigue latiendo por debajo.
Quienes vivieron la Movida encontrarán ecos de sí mismos. Y quienes no la vivieron, descubrirán que hubo un tiempo donde todo parecía posible… hasta que dejó de serlo.
Hay amor, hay peligro, hay sexo, y sí: también hay algo que da miedo.
Pero más que miedo, hay verdad.
Pronto estará lista.
Y cuando lo esté, no será solo una novela. Será un espejo con luces de neón, reflejando cosas que algunos prefieren no mirar.
